Abu Simbel
A unos 300 km de Assuán, casi en los confines con Sudán, se encuentra la construcción más hermosa y grandiosa que levantara el faraón mas laureado de la historia egipcia: Abu Simbel. La edificación fue levantada para dar gloria eterna a su constructor, Ramses II el Grande.
Abu Simbel se cubrió de arena tras su construcción, y volvió a la luz en el siglo XIX, cuando el suizo Johann Ludwing Burckhardt vió asomarse la cabeza de cuatro gigantes piedras.
Más tarde, Giovanni Battista Belzoni, joven italiano, hallaba el acceso al interior y, con ello, la excepcional obra de Ramses II.
Por el peligro de que quedase sepultado bajo las aguas del lago Nasser, Battista logró que tuviera un importante eco y resonancia a nivel mundial: sí, era el más bello y grandioso de los templos de Nubia, pero también era el más difícil de salvar a causa del material con el que había sido tallado, por no hablar del emplazamiento en la que se había concebido la estructura...
Las cuatro estatuas constituyen las columnas portantes de la fachada. Esta fachada fue obra de escultores egipcios, En el interior de templo, también podemos observar la impronta de su trabajo.
A la obra de los escultores, les seguía la de los pintores...
En la época ramsésida, la gama cromática con la que está pintado el templo debía ser muy rica.
La decoración de las paredes interiores celebra la gloria militar de Ramses II. Las más interesantes y famosas son las de la parte Norte, donde podemos leer las distintas fases de la batalla de Kadesh contra los hititas.
A sesenta y cinco metros de la entrada, en el corazón de la montaña, se llega finalmente al Santuario, el lugar mas íntimo y secreto del templo, un pequeño recinto de cuatro por siete metros, donde se encuentra la estátua de Ramses II divinizado, sentado junto a la tríada de Ptah, Amón-Ra y Harmachis.





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